jueves, 13 de agosto de 2015

EL METAL: HACIA UNA VISIÒN

Por: Òscar López (Maldoror)
Por: Òscar López

(Maldoror)

La palabra ausente conduce al hecho inconcluso. El metal, género ricamente establecido en la  nación colombiana, ha venido generando discusión por acontecimientos que lo remiten a cuestionar su valor cultural y con ello a dudar sobre una identidad propia frente al contexto exterior. La pregunta asistente bajo la incertidumbre es, ¿Qué ha pasado con el metal actual? Llena de posibilidades, la cuestión estriba en lo complejo.

Remitirse a un juicio exacto es evaporar el cumulo de elementos dentro del género, pero, ¿Qué sucede cuando el metalero no haya una ética? Cae en el vacío de la indeterminación. Concebir la idea de apariencia es trivializar una visión, y en lo lamentable, el género ha caído en la perspectiva de limitar los espacios, conllevando al corral de una moral donde somos todos pero a la vez nos aborrecemos independientemente del mundo subjetivo de cada quien. La ética preponderante que quiero referir es desde lo individual ya que, designando una libertad en la determinación dentro del mismo hombre. Hemos aprendido a vivir bajo el arraigo de una ética social cosa que, reprimiendo el carácter interiorizado subyuga al ser a no reflexionar, o siquiera a olvidar su praxis. ¿Es posible acoger un evento donde prime la convulsión de la violencia y el brazo delincuencial?

Las premisas están abiertas, pero lo que no hay que negar es que se ha omitido todo tipo de valor al ámbito al que pertenecemos; cuando llamamos libertad es acoger una actitud que se represente y a la vez ante la sensibilidad de los demás, afirmar posibilidades para que un contexto se identifique y ahí si acrecentar la llamada unificación para cambiar los paradigmas de una sociedad. Pero lo que hay que reconocer es la ausencia vivenciada en nuestro espacio: en los eventos alguna vez fue importante ingresar, ahora lo que prima es la mendicidad; fue significativo apoyar, ahora es difamar; lo productivo fue vivir, sentir el metal, ahora es elaborar un vacío tecnicismo estructural; fue sugestivo hallar letras transgresoras, fuertes en cuanto su contenido, ahora se reduce a la banalidad; hoy no se trata de hablar, expresarnos sobre lo que nos identifica colectivamente, sino preguntarnos cuantos muertos y heridos hubieron en un evento.

Ahora, esta libertad nos conlleva hacia una racionalidad. Tal noción provoca en nosotros una voz que pliega diferenciación dentro de un contexto establecido, la capacidad de cuestionarnos y a la vez expresarnos afirmativamente, constituyendo una red, donde el centro consista en un lenguaje afirmado, pretendiendo no adeptos, sino amantes del metal, que identificados, forjen ecos tanto en lo musical como temático para representar por sobre todos los ámbitos culturales, un tatuaje inherente, certificando la importancia manifiesta de pertenecer a un género autónomo, libre, expresado desde la pertenencia individual.
Y es desde lo individual donde se forja la conquista de erigir una pasión, capaz de violentar toda norma, toda moral, pues esta, en palabras de Nietzsche no es más que “Una negación de la voluntad de vivir”. Es así, como facultados en la propia posición constituimos el metal fuera de limitancias, siendo una realidad alimentada por lo concreto a la hora de unir lo espiritual con lo existencial.

En la tentativa de aproximación, resulta preocupante el hecho de cómo se concibe el espacio del metal, pero, encontrando el abandono, refiero la falta de componente pedagógico dentro del género. No como autoridad sino desde la misma experiencia. Resulta característico ya que, hallando lo experimental unido a la reflexión se vehiculiza hacia una comunicación, componentes donde fundamentados bajo procesos transformativos, conducen hacia el reconocimiento de una visión.  En la integración que como fin es la unificación, comprendemos la praxis que en punto de partida, tiene el reflexivo de un contexto, adentrándose hacia la integración con un ambiente, por ello, en el sentido de sentir una musicalidad y la producción de un discurso escrito, se acierten posibilidades de pensar el metal como representación e identidad de entre los seres, de transformar las restricciones en expresiones colectivas donde se permita conocer y mas allá, levantar el grito hacia lo que atañe la realidad: lo instaurado y la normatividad social.

Cuando Rimbaud vio la frase “La vida está ausente, no estamos en el mundo”, habito su expresión ante el sometimiento de su realidad, la existió para concebir otra visión, y es con ello que libertario en la afirmación del metal, asistimos al encuentro con nuestra existencia, con una propia experiencia, advirtiendo que fuera de lo cotidiano aun así se fundan medios para acceder a la creación y hasta la misma libertad. En esta búsqueda donde pretendemos referenciar una hermandad, convenimos en infringir todo aquello que asedie el espacio, o aquellos que no comprenden la parte y el todo del ámbito ejercido, ¿Por qué no revolucionar las practicas actuales del metal?, es el papel revalorar lo que nos abarca, reformular las primitivas concepciones de radicalismos que solo conducen a la restricción de múltiples vías halladas, tomar proposiciones con carácter sin omitir el mundo exterior, dando sentido a una filosofía propia dentro del espíritu metalero.

La transgresión, como característica inherente, elimina todo vestigio delimitante. Algún día me encontré con un título: “El metal no es para cristianos”, incongruencia que dirige escrupulosamente a una moralidad dentro del mismo género. El metal como insignia toca la inmoralidad, y en la verbalización de ese fundamento, interioriza en nosotros la capacidad de conquista, el consagro a una perteneciente libertad.


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